Un pequeño viaje espiritual en el que el protagonista reflexiona sobre un mundo lleno de vida y de misterio. Y al hacerlo el mundo le habla de lo que él mismo es.
La repetición con pequeñas variaciones, tanto a nivel gráfico como literario, es una de las características más significativas del trabajo de Antonio Ladrillo. No hay muchos ilustradores que tengan un estilo tan marcadamente alegre y tan reconocible. Sus colores vivos están impregnados con cada uno de los aspectos fantásticos de la niñez. Se observa la influencia del graffiti, el arte contemporáneo o ilustradores como Olle Eksell, David Shrigley, o Bruno Munari.