Cuando era niña en Pakistán, Malala pidió un lápiz mágico que pudiera utilizar para volver a dibujar la realidad. Lo usaría para siempre; para darle regalos a su familia, para borrar el olor del basurero cerca de su casa (y dormir una hora más por la mañana).

A medida que crecía, Malala deseaba cosas cada vez más grandes. Vio un mundo que necesitaba ser arreglado. Y aunque nunca encontró un lápiz mágico, Malala se dio cuenta de que aún podía trabajar duro todos los días para hacer realidad sus deseos.

Este libro bellamente ilustrado cuenta la historia de Malala, en sus propias palabras, para un público más joven y les muestra la visión del mundo que le permitió aferrarse a la esperanza y hacer oír su voz incluso en los momentos más difíciles.